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La proliferación de redes sociales, la rapidez con que se transmiten datos y la cantidad creciente de quienes acceden a los mismos evidencian que el honor se ha convertido en un bien jurídico expuesto a conductas que pueden afectarlo de manera significativa. En este nuevo escenario que plantean los avances informáticos la protección del honor se convierte en un desafío que sólo pueden asumir de modo responsable y eficaz quienes se encuentran altamente capacitados.
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